Los amos del laberinto. Chus Tudelilla [2014]

 

El silenciamiento silencioso es un proceso callado y oculto que pasa inadvertido a pesar de su naturaleza dinámica en el sentido de que, como anota el sociólogo Thomas Mathiesen, forma parte de nuestra vida cotidiana, se difunde por nuestra sociedad y abarca cada vez más parte de ella; por su carácter estructural «exime» a los representantes del Estado de toda responsabilidad por el mismo.

Otro sociólogo, Alain Touraine, no duda en afirmar que el estado actual de la sociedad marca «el fin de la definición del ser humano como ser social», de modo que la única posibilidad para restablecer «su especificidad cultural y psicológica» reside en «la conciencia de que el principio de su combinación únicamente puede hallarse en el individuo, ya no en las instituciones sociales o en los principios universales». Y una vez rotas las bases de la antigua solidaridad, debidas según Pierre Bourdieu a los cambios recientes en el sistema social, toda la responsabilidad recae en el individuo. Un individuo que, lejos de preocuparse por el interés de la comunidad, ha de permanecer muy atento si no quiere perder una oportunidad que puede no volver a repetirse.

Atenta a los peligros que amenazan al orden social y al individuo, Gema Rúperez hace frente a las que, en opinión de Bourdieu, son las características más extendidas de las condiciones de vida contemporánea: incertidumbre, inestabilidad y vulnerabilidad. Y, en cierto modo, opera en sus obras como aconsejó hacerlo el autor en su libro La précarité est aujourd’hui partout, esto es: intentando conocer y dar respuesta a la inseguridad sobre nuestra experiencia individual, a la incertidumbre que supone sabernos prescindibles, y a la desprotección de nuestro cuerpo y de nuestra progresiva desvinculación con la comunidad. Incertidumbre, inestabilidad, vulnerabilidad, precariedad, desorientación, inseguridad, desprotección, provisionalidad… son algunos de los miedos que nos amenazan. Zygmunt Bauman les dedicó un ensayo: Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores.

Para enfrentar los miedos y no para sortearlos, Gema Rupérez recibe al espectador de su exposición en la Galería A del Arte con una intervención que, en cierto modo, condensa el proceso de Silenciamiento silencioso con el propósito de descubrir sus mecanismos. Los papeles blancos en los que el dibujo acoge la huella del gofrado construyen un escenario frágil, sin ruidos, donde todo permanece oculto pero solo a simple vista. A un lado la secuencia de Las sillas, en alusión al juego que exige la mayor atención en cada ronda si no se quiere perder asiento. En los sueños contemporáneos, dice Bauman, la imagen del progreso parece haberse distanciado de la noción de mejoras compartidas para empezar a significar supervivencia individual. Se trata de no desaprovechar las oportunidades. En la pared de enfrente descansan dos flotadores imposibles, uno de cemento y el otro de miga de pan; junto a una gráfica desalentadora que marca el Índice de flotación.

Sigue otra secuencia de papeles, Pronombres personales: Yo-Tú, Él, Nosotros, Vosotros, Ellos, que dan cuenta de la fragilidad de identidades y de los límites que las separan. Los puntos aislados que identifican a los pronombres individuales Yo-Tú y Él, llenan de alimento un plato cuando se reúnen en el Nosotros. Para Richard Sennet  «el nosotros que expresa el deseo de ser similar es una manera de evitar la necesidad de un individuo de ver más profundamente a los demás». La imagen de una casa compacta, llena de puntos, es la del Vosotros. Y para Ellos, un ábaco que permite juguetear con las cuentas. Dice Bauman que el término que mejor expresa la nueva naturaleza del trabajo quizá sea jugueteo, ajeno ya al grandioso diseño de la misión común y universal de la humanidad y del no menos grandioso diseño de la vocación de vida. El trabajo, está convencido, ya no puede ofrecer un huso seguro en el que enrollar y fijar definiciones del yo, identidades y proyectos de vida. ¿Y si los Ellos de Gema Rupérez fueran quienes conocen las leyes del laberinto, quienes dominan el arte de la vida laberíntica? No en vano, como ha señalado Jacques Attali, les encanta jugar y estar siempre en movimiento, sumergidos en la precariedad y la inestabilidad, sin saber que un día pueden ser sus víctimas. Implosión es el título del díptico que reúne junto al laberinto de una espiral impenetrable y desorientadora la imagen del cuerpo humano, último refugio.

Ser descartado, etiquetado como superfluo, incapacitado e inútil para trabajar y condenado a permanecer inactivo, implica ser prescindible y arrojado al agujero negro de la subclase de quienes no aportan nada a la sociedad. Así de crudo lo plantea Bauman, quien desde hace años denuncia que ninguna generación como la nuestra ha estado tan fuertemente endeudada, individual y colectivamente. Todos somos piezas prescindibles, desechables, intercambiables en el sistema económico. Descartables; certifica Bauman.

Toca de nuevo enfrentar la realidad. Y Gema Rupérez decide alertar sobre la situación de quienes son arrojados a los márgenes, denunciar el jugueteo de los amos del laberinto, y buscar la complicidad de quienes como ella aún creen en la solidaridad social y en el papel garantista del Estado. Un tapiz de lentejas se extiende en el espacio más recóndito de la galería. Lens Culinaris ha titulado Gema Rupérez su instalación que, callada y oculta, activa el proceso de Silenciamiento silencioso puesto en marcha para delatarlo. Una lenteja por cada persona sin trabajo en España. La elección de las legumbres responde no solo a la alta concentración de sus nutrientes, que también, sino al deseo de estimular nuestra memoria individual y colectiva. Demasiadas generaciones obligadas a comer lentejas, cuyo recuerdo suscita aún desvaríos. Cobra sentido la misteriosa advertencia de Plinio: «las lentejas tienen el inconveniente que perjudican la visión».